Pedro proclamando a Jesús
Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis. (Hechos 2:22)
Cuando Pedro predicó a esta gran multitud en Jerusalén en Pentecostés, primero explicó que los sonidos y eventos extraños que habían sucedido eran en realidad evidencia de un derramamiento del Espíritu Santo. Lo explicó al citar de la Biblia.
Esto fue extraordinario. En medio de un gran derramamiento del Espíritu Santo, cuando había señales, maravillas y el hablar en lenguas, ¿qué fue lo que hizo Pedro? Fue como si hubiera dicho: Tengamos un estudio bíblico para aprender del profeta Joel. De hecho, en su sermón de Hechos 2, Pedro citó de tres pasajes diferentes del Antiguo Testamento: Joel 2:28-32, Salmo 16:8-11 y Salmo 110:1.
Este enfoque en la palabra de Dios no paró lo que el Espíritu Santo estaba haciendo; cumplió lo que el Espíritu Santo quería hacer. Todas las maravillas y el hablar en lenguas estaban preparándolos para esta obra de la palabra de Dios.
Es triste que muchas personas parecen pensar que la obra de la palabra de Dios opone la obra del Espíritu Santo. Piensan que es más espiritual no tener un estudio bíblico.
Sin embargo, cuando Pedro terminó de explicar el pasaje de Joel 2, no había terminado con su sermón. Le dijo a la multitud: Varones israelitas, oíd estas palabras. Muchas personas pensarían que hubiera sido suficiente que Pedro terminara después de citar de Joel, especialmente considerando todo lo que Joel nos dice:
– El derramamiento del Espíritu Santo (Hechos 2:17).
– Sueños milagrosos, visiones y profecías (Hechos 2:17-18).
– Señales y prodigios sobre el día del Señor (Hechos 2:19-20).
– Una invitación a invocar el nombre del Señor y ser salvo (Hechos 2:21).
Por muy buenas que sean todas esas cosas, no fue suficiente, porque Pedro aún no había hablado acerca de la obra redentora de Jesús. Hasta este punto, todo había sido como una introducción, explicando las cosas extrañas que habían visto. Ahora Pedro traería el mensaje esencial a esta multitud diciendo: Varones israelitas, oíd estas palabras. Pedro ya había dicho algo similar al empiezo de su sermón (esto os sea notorio, y oíd mis palabras, Hechos 2:14). Pedro quería que la gente preste atención, y habló como si tenía algo importante que decir, algo que algunos pastores fallan en hacer hoy en día.
Después de esa segunda introducción, Pedro pronunció unas palabras esenciales. Les proclamó a Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él.
Entender al profeta Joel y la obra del Espíritu Santo era importante, pero comoquiera era esencial proclamar a Jesús. Anhelamos saber más de la palabra de Dios y experimentar más el mover del Espíritu Santo. Pero nunca podemos descuidar la proclamación esencial de Jesucristo, el Salvador del mundo.
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